“Es una mañana ma-ra-vi-llooo-sa!”, Juan Antonio se dijo a sí mismo,
enfatizando en los sonidos “ma”, “ra”, “vi”, alargando el “llo” y finalmente un
abrupto “sa”.
Y él tuvo razón completamente. Fue el día 24 de diciembre. Todo el
Madrid fue lleno de ambiente festivo planeando varias cosas para la celebración
de la nochebuena. Juan Antonio había ido para dar un paseo por esa mañana.
Esa semana de vacaciones verdaderamente fue como un soplo de aire
fresco en su trabajo cotidiano. Ser un escritor durante ese tiempo de problemas
económicos no fue fácil para él. Fue un excelente escritor creativo, pero por
la recesión económica no había podido sacar ningún contrato lucrativo desde
hace tres años y tuvo que escribir varios informes aburridos para los
periódicos solo para ganar el pan para su familia. Sin embargo, continuó
trabajar sin quejar y siempre esperaba con ilusión a una oportunidad buena en
el futuro cercano que a lo mejor iba a traer una sonrisa en la cara de su mujer
y su hijo.
Mientras disfrutaba esa mañana festiva, de repente se encontró con su
hijo Federico en el Parque del Buen Retiro que estaba muy cerca de su casa. Estando
de espaldas y mirando al cielo –el chico parecía muy pensativo. Bueno, para un
niño de solo diez años no fue normal para nada parecer tan pensativo,
especialmente durante ese periodo tan feliz. Pero Fede fue verdaderamente un
chico especial. Haber visto la situación dura de sus padres, él había madurado
mucho antes que la edad más apropiada para ese cambio en el comportamiento de
los chicos. Una vez cuando le preguntó su abuelo qué querría él para su
cumpleaños, él muy inocentemente había respondido: ¡Un kilo de patatas! Pues,
como se puede ver, afortunadamente todavía no había perdido su inocencia
totalmente, y Juan Antonio y su mujer Patricia estaban inmensamente orgullosos
de él.
“A ver qué ha pensado este chiquitín hoy”, se preguntó Juan Antonio.“Oye
Fede, qué tal? Buen día, eh?” exclamó él, tratando de aligerar el ambiente.
“Pues, claro, no tengo que ir a la escuela, no?” Dijo su hijo.
“Claro, claro… no hay que ir a la escuela, no tarea, jugar al futbol
con tus amigos, decorar la casa y un montón de regalos por la noche… que chulo,
verdad?” Juan Antonio continuó, pensando en que a lo mejor ese tema de los
regalos le haría feliz a Fede.
“Papa, eres muy amable. Pero no quiero ningún regalo para la nochebuena.
De hecho, nunca jamás quiero ni un regalo.” Respondió Federico con un énfasis
en las palabras “de hecho” de una manera casi apropiada para la gente mayor, lo
que en seguida produjo una sonrisa en la cara de su padre.
“Pero por qué no? No te gustan los juguetes de LEGO? No te gustaría
alguna ropa nueva para celebrar la navidad? Hombre, has estado un hijo
buenísimo este año y lo mereces todo, eh?”
“Claro que me gusta todo eso. Pero la semana pasada cuando había ido
para una excursión fuera de Madrid con mis compañeros de la escuela, vi un
albergue para desamparados. Hay mucho más lugares así en todo el mundo, no solo
en España, sabes? Sí que son, dijo nuestra profesora. Hay mucha gente en el
mundo que vive en pobreza, no puede comprar ni nueva ropa, ni los regalos, ni
siquiera una cena algunas veces, sabes?” Fede estaba hablando sin parar.
A Juan Antonio se dio cuenta que su hijo había tocado un tema muy
serio. Pero como un padre cariñoso, él tuvo que intentar proteger la inocencia
y la niñez de su hijo.
“Sí, desafortunadamente es la verdad. Pero nosotros también ayudamos a
la gente que necesita ayuda, no? Te acuerdas cómo habíamos ayudado a la familia
de tu amigo Miguel cuando su padre perdió su trabajo? Eso es el deber nuestro
como seres humanos y tú también debes estar orgulloso de ti por haber
contribuido a bien estar de un amigo tuyo. Y todos los chicos tan amables y
serviciales merecen regalos por la nochebuena, no?” El padre trató de hacerle
sentirse mejor a su hijo, explicando un tema muy serio en palabras tan simples
como posible.
“No, papa, no. Cómo puedes decir así? Según Wikipedia este tipo de
pobreza nunca acaba. Había existido desde siglos, sin duda existe hoy y va a
empeorar en el futuro. Entonces no es justo que un chico como yo disfrute los
regalos y los pasteles y millones de personas en todo el mundo ni siquiera
pueden comprar un pan. No, papa, no. No merezco ningún regalo de verdad.”
Pues, el rumbo que la conversación había tomado entristeció a Juan
Antonio. La navidad, la nochebuena, la nochevieja…todo debería haber sido un
descanso necesario para su hijo de todos los problemas que les rodeaban en el
mundo real y aparecían en los medios como periódicos, televisión, internet,
etc. Pero desgraciadamente un niño tan hermoso como Fede tampoco había sido
capaz de escaparse de la realidad.
En ese momento, Juan Antonio tomó una decisión… una decisión muy
importante. Un escritor bueno y una persona pensante, decidió a explicar la
dura verdad del mundo que estuvo seguro que ahora su hijo podía entender.
“Mira, Fede. Lo que tú dices, sí que es verdad. Pero también tienes
que considerar que tienes esta única vida enfrente de ti, y esta vida merece
estar disfrutada. De acuerdo que siempre habrá problemas graves en el mundo,
pero muchos de esos problemas serían fuera de tu control. No debes arrepentirte
de esto. Claro que debes ayudar lo cuanto posible a los demás, pero también
poco a poco tienes que tratar de disfrutar esta vida que también es muy bonita
y hermosa. Imagínate… Hay montañas gigantes en la tierra que puedes escalar.
Hay música fantástica a la que tienes que escuchar. Hay libros extraordinarios
que debes leer. Además, vas a experimentar unos días festivos como hoy, que no
parecen tan importantes ahora, pero sí que son. Estos pequeños momentos nos
mantienen como una familia, como una sociedad, y enriquecen tu vida, hombre. Quizá
no me entiendas completamente hoy, pero seguro que vas a darte cuenta veinte
años después, hazme caso.”
Juan Antonio paró por un momento para ver si su hijo pudo entender el
sentido. Y como esperaba, sí que Fede siguió entendiendo ese asunto tan
profundo. “Cuando hagas esas cosas y a la vez ayudas a los demás, seguro que
vas a sentirte mucho más feliz y satisfecho.”
Había unos 15-20 minutos de silencio. Mirando al cielo, observando los
pájaros en los arboles y sintiendo la frescura de la hierba por sus dedos, los
dos siguieron reflexionando sobre la conversación.
De repente rompió el silencio Federico: “Pues, papa, entonces
podríamos invitar también a Miguel y sus padres para la fiesta? Le gusta mucho
a Miguel el pastel que prepara mama para la navidad… podemos invitarles, no?
Dime, dime…” Pues, Juan Antonio dio un suspiro de alivio.
“Jejejeje…!Claro, chiquitín, claro! Yo lo sabía, y por eso ya les he
invitado. De hecho, creo que ya están en nuestra casa para ayudarnos con las
decoraciones de la fiesta!”
“Wow… fantástico…!!! Entonces después de la cena yo y Miguel vamos a
construir un castillo de LEGO… O a lo mejor un barco de los piratas…?
Qué más…? Qué más…?”
De repente el entusiasmo de Fede no podía caber en su cuerpo pequeñito.
Pareció que finalmente Juan Antonio había logrado recuperar la inocencia de su
cariño.